Todos los días las redes y los medios de comunicación se inundan de la palabrería que desde palacio Nacional son enunciadas, se fija la agenda diaria y todo el país se mueve al compás que dicta el presidente, hemos caído en el juego disparando al monigote que tenemos enfrente como si él fuera el único responsable, es obvio que no es él solo; detrás hay toda una maquinaria que mueve los hilos de la llamada cuarta transformación, especialistas que fijan y coordinan tendencias…
Que elaboran estrategias de mercado, de adoctrinamiento; células que esparcen ideología y compran voluntades. Estamos tratando de vencer al presidente en su propio campo y esto es poco menos que imposible, él tiene a disposición todo el aparato del estado. Una enorme cantidad de recursos y el foro más alto y visto de todos, está más que claro que ese no es el camino. La batalla se perdió en las urnas de la elección pasada y desde entonces hemos estado bailando al ritmo que nos marca presidencia, hemos estado solo siendo reactivos a cada ataque, a cada movimiento que hace el presidente. Atacar a Andrés Manuel es darle la razón y perder el tiempo, él está blindado por esos 30 millones que le compraron el sermón de la esperanza y no hay forma de vencerlo ahí.